Contraste

Contraste

Estoy sentado frente a la computadora escribiendo este bocado, y no puedo dejar de notar el contraste de sonidos que llegan a mis oídos.

Por el izquierdo suena el canto de los pájaros, melódico y preciso, que se funde con las notas de Bach que salen por los parlantes. Por el derecho, oigo desde el ventanal del living el rugido del motor de una excavadora, destruyendo las veredas de la cuadra por el cambio de cañerías del agua. El retumbe me trae a la mente un segmento de One, el himno de Metallica, cuando el baterista se propone hacer un uso desenfrenado de su doble bombo.

Además del alegre cantar que entra por la ventana, también entra una leve y refrescante brisa desde mi izquierda, con el fresco justo para poder disfrutar de un café caliente en remera sin entrar en calor. Un balance térmico perfecto. Pero la puerta de la oficina está a medio cerrar, lo que lleva a que cada uno o dos minutos vuelva a sonar un molesto portazo hacia mi derecha. Admiro la insistencia de esa puerta: toma carrera y con el empujón del aire intenta cerrarse sin éxito, llevándose un golpe pero aún así decidiendo volver a intentarlo, sin descanso.

Estos contrastes nos rodean...

En frente tengo un vaso con agua, lleno hasta la mitad. Es medio vaso lleno pero, al mismo tiempo, medio vaso vacío. A su izquierda descansa una taza de café, completamente vacía. Es la ausencia de café pero también la oportunidad de preparar uno fresco, mejor extraído que el anterior.

Ruido... y silencio.
Ansiedad... y tranquilidad.
Dolor... y placer.
Tristeza... y felicidad.

Creo que es peligroso actuar como si el contraste no existiera...

Si apostamos todas las fichas a un solo extremo del espectro, corremos el riesgo de volvernos alérgicos al otro, sufriendo intensamente las consecuencias de su llegada. Quien se va a vivir al campo para escapar del ruido sufre cuando visita una ciudad caótica. A su vez, quien vive solo en el caos se vuelve incapaz de aguantar más de diez minutos en silencio, solo con sus pensamientos. Y quien se embarca en una búsqueda incesante por el placer y la felicidad, como queriendo escapar de los polos opuestos, se sentirá abrumado cuando estos le presenten un mínimo desafío.

Suena El lago de los cisnes de Chaikovski, la canción perfecta para cerrar el bocado recordándome que la vida es contraste. Es inevitable que así sea. Y aceptando esta realidad podemos estar mejor preparados para el choque cuando se presente.

Para que el contraste no nos tome por sorpresa...

Y para que cuando oigamos los taladros rompiendo nuestras baldosas, podamos cerrar los ojos y buscar el canto de los pájaros.

— Rodri

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