El monstruo del pánico
“Si esperás hasta el último minuto, solo te llevará un minuto hacerlo”.
— Corolario de Stock-Sanford a la Ley de Parkinson
No es la primera vez que escribo uno de estos bocados al último momento.
Y no es que no haya tenido tiempo suficiente para hacerlo: han pasado 9493 minutos desde que publiqué el último. Aún sabiendo el costo de desperdiciar las vueltas del segundero, dejé que se esfumaran.
Este dilema no es nuevo para mí. Mientras me encontraba postergando una vez más, recordé el artículo “Por qué los procrastinadores procrastinan” de Tim Urban, donde explica este fenómeno.
Según Urban, cuando tenemos que entregar un trabajo en el futuro lejano, el cerebro es tomado por un mono procrastinador. Este toma las riendas por nosotros y nos guía hacia todo aquello que nuestro yo racional quisiera evitar: hipnotizarnos con las redes sociales, tocar la guitarra, mirar videos en YouTube. Nos deja a la deriva, flotando sin rumbo en un mar de distracciones.
Pero, ¿cómo es que de repente me pongo a escribir cuando la fecha límite se aproxima? Según Urban, es porque aparece el monstruo del pánico.
El monstruo del pánico nos sacude como una tormenta furiosa, obligándonos a tomar el timón de la situación y apartar al mono procrastinador.
La semana pasada, el mono dominó toda mi agenda, seduciéndome con sus trucos y convenciéndome de que tenía todo el tiempo del mundo. Ahora, a pocas horas de la publicación de estas palabras, estoy escribiendo gracias a que siento la respiración del monstruo en mi cuello.
En una charla TED basada en la misma serie de artículos, Tim Urban lleva esta idea a un nivel más profundo. Reflexiona sobre cómo, si dependemos del pánico para movernos y hacer aquello que nos importa, las cosas que no tienen fechas límite o que dependen exclusivamente de nosotros pueden quedar desatendidas.
Es fácil cuando el cliente nos pone una fecha de entrega o la facultad nos agenda el día de examen; el monstruo del pánico será invocado cuando estas se aproximen. Pero, ¿qué lo invocará cuando queramos adoptar nuevos hábitos en nuestra vida, como empezar a hacer ejercicio regularmente, iniciar un nuevo hobby o reparar un vínculo dañado con un ser querido?
Para esos casos, no podemos depender de fechas límite. Necesitamos otro método para invocar al monstruo.
Urban propone una técnica visual llamada “La vida en semanas”...
Primero, imprimí el calendario de la foto, que representa las semanas de vida promedio de una persona. Cada semana es una cajita.
Luego, pintá de negro todas las semanas que ya pasaron y observá las que te quedan.
Al ver el tiempo que se escapa, sentirás la urgencia de aprovechar al máximo el tiempo que aún tenés.
“Hola pánico”.
Para masticar...
¿Qué estás procrastinando?