La IA y el fin de la historia

De chico odiaba leer.
De chico odiaba escribir.
De chico odiaba hablar en público.
Hoy me dedico a leer, escribir y hablar en público, y nunca fui tan feliz en mi vida profesional.
¿Cómo puede ser?
A veces creemos que nos conocemos. Que sabemos lo que nos gusta, cómo somos, qué nos interesa. Pero muchas veces lo que hacemos es mirar el presente y proyectarlo hacia el futuro. Como si nada fuera a cambiar.
Como si la versión de hoy fuera nuestra versión definitiva.
Yo también caí en esa trampa… más de una vez.
Me acuerdo cuando entré a WyeWorks, allá por 2015. A los pocos meses sentía que ya tenía mi camino resuelto.
Había encontrado lo mío.
Me imaginaba con 50 años enseñando sobre Git, Vim y Ruby, tecnologías que me apasionaban en aquel momento. Y me gustaba esa imagen: me regulaba la ansiedad, me daba un camino claro hacia el futuro.
Adiós incertidumbre profesional.
Pero los planes no siempre se cumplen… y a veces eso es lo mejor que te puede pasar. Hoy miro atrás y casi ni me acuerdo cómo se programaba. Es más, ya ni tengo ganas de hacerlo. Pero si no hubiera seguido ese interés, no estaría escribiendo esto.
Esta sensación, algo extraña, de que algo que antes me apasionaba hoy ya ni me mueve, parece fácil de explicar con el diario del lunes… pero si me paro en ese momento de la historia, cuando estaba atrapado por la programación, era imposible de anticipar.
Cuando tenía unos seis o siete años, mi padre se tiraba todas las noches en el piso del living, al lado del mueble que tenía el equipo de música. Se ponía sus enormes auriculares Sennheisser y se quedaba escuchando canciones panza arriba hasta quedarse dormido.
El mueble tenía dos cajones bien profundos. En el izquierdo: discos de música clásica. Mozart, Beethoven, Chopin. Algo de ópera también. En el derecho: la discografía completa de los Beatles y varios de Elvis Presley, entre otros artistas.
Yo lo miraba tirado ahí en el piso y no podía entender. ¿Cómo podía escuchar esa basura? Claro, yo andaba escuchando cosas como los Backstreet Boys, Avril Lavigne y la banda sonora de Pokémon.
Y que loco…
Hoy escucho a los Beatles y se me pone la piel de gallina. Pongo canciones de Chopin de fondo en mis posteos en Instagram. Y cuando veo a Elvis cantando An American Trilogy en Las Vegas, a veces termino con los ojos llorosos.
Ahora soy yo el que quiere estar tirado en el suelo con los auriculares puestos, escuchando sus discos.
Y creo que lo que me llevó del desprecio hacia esa música al enamoramiento es lo mismo que me tiene hoy leyendo, escribiendo y hablando en público.
Pensá en alguna pasión o hobby...
¿Qué fue lo que te hizo prestarle atención la primera vez? ¿Lo viste venir?
Durante la pandemia, explorando las recomendaciones de YouTube, apareció un video sobre un reloj mecánico. Por alguna razón decidí verlo.
Quedé hipnotizado con el movimiento de su segundero y, sin haberlo previsto, de repente necesitaba más de eso.
Hoy puedo elaborar una teoría convincente sobre por qué me apasionan los relojes, pero la verdad es que no tengo idea de por qué me atrapó la danza suave de ese segundero en ese momento.
Es algo medio místico...
Como si la vida te pusiera señuelos en el camino. Cosas que en otro momento no te llamarían la atención, pero que ahora brillan para vos. Y depende de vos acercarte a explorarlos y descubrir hacia dónde te llevan.
Así como apareció ese reloj, también aparecieron otras cosas en mi camino. Situaciones inesperadas que despertaron mi interés por la lectura, la escritura y la oratoria. Cosas que tejieron esta historia que hoy puedo contar como un cuento, pero que jamás hubiera imaginado mientras la vivía.
El interés no se fabrica... Y tampoco sabemos cuándo va a llegar.
Entonces, ¿Por qué no vemos venir esos señuelos?
Un psicólogo de Harvard, Daniel Gilbert, tenía una pregunta ardiente:
¿Por qué las personas tan seguido toman decisiones de las que su “yo futuro” se arrepiente?
¿Por qué se arrepienten de un tatuaje?
¿O de haberse comprado una casa?
¿O de haberse mudado lejos?
En el 2013, Gilbert y sus colegas descubrieron una respuesta...
La Ilusión del Fin de la Historia.
Gilbert dice que las personas tienden a pensar que cambiaron mucho en el pasado, pero que no van a cambiar casi nada en el futuro. En otras palabras, subestimamos cuánto vamos a cambiar en cosas como gustos, valores o intereses.
Cuando pienso en quién era hace cinco años, veo a alguien más inmaduro. Pero al mismo tiempo, si me paro en ese momento de mi historia, recuerdo que sentía que ya lo tenía todo bastante claro.
Ya sabía con seguridad cuál era mi banda preferida,
Mi hobby para toda la vida,
Los aspectos incambiables de mi personalidad.
Con los años, esos pensamientos fueron mutando.
Es como si creyéramos que ya llegamos a la versión definitiva de nosotros mismos.
Pero no es así.
Seguimos cambiando...
Y por eso este momento que estamos viviendo con la Inteligencia Artificial es tan desafiante. Porque se cruza con esa ilusión de que ya estamos “terminados”.
Nos cuesta imaginar que vamos a cambiar. Y al mismo tiempo aparece esta tecnología nueva, rápida, impredecible, que amenaza con desordenarlo todo.
Entonces el conflicto es doble...
Por un lado, queremos aferrarnos a lo que somos hoy.
Por otro, intuimos que algo grande se viene… y no sabemos cómo vamos a responder.
Pero es ahí cuando me surge una pregunta...
Si ya tengo evidencia de que cambié muchísimo en el pasado, y que esos cambios, vistos con perspectiva, fueron lo mejor que me pudo pasar...
Y si ya sé que mis intereses, mis gustos, mi camino… todo puede transformarse y abrirme puertas que hoy ni imagino…
Entonces, ¿por qué le tengo miedo a la Inteligencia Artificial?
Hay alguien que alimenta ese miedo.
Alguien que nos seduce a ver solo lo negativo.
Que nos cuenta historias catastróficas y nos hace desconfiar de todo.
La Bestia...
Esa versión oscura que llevamos dentro, cuya sombra se intensifica o se atenúa según el momento. La Bestia nos hace pensar lo que no queremos pensar, hacer lo que no queremos hacer, y si nos descuidamos y nos dejamos arrastrar por sus impulsos, puede llegar un punto en que olvidamos que es solo una parte de nosotros.
Ahí es cuando nos volvemos La Bestia.
Mi primer instinto siempre fue querer eliminarla. Erradicar al monstruo. Liberarme por completo de su pesimismo y de sus círculos viciosos. Pero en el fondo, La Bestia es un pedazo de mi esencia.
Cuando se altera, La Bestia está queriendo decir algo. Puede haber un dolor, una ansiedad, un miedo que se manifiesta a través de su murmullo y sus gritos. Y hasta que no comprendamos al animal, no vamos a poder tranquilizarlo.
Por eso es clave tomar distancia y observarla en acción. Seguir su rastro. Estudiarla como un etólogo que analiza el comportamiento de los animales.
Tomar nota mental cuando te muestra solo lo malo. Cuando te convence de futuros catastróficos. Cuando te esconde las donas y te deja ver solo los agujeros.
Pero también observarla cuando te sentís vivo, entusiasmado, ilusionado con lo que pueda venir. Cuando se asoma para señalarte un señuelo brillante en el camino. Cuando te da un empujón para lograr lo impensado.
Practicando con frecuencia el Avistamiento de Bestias, podemos empezar a encontrar pistas para responder una pregunta clave:
¿Cuál es el hábitat que tranquiliza a mi Bestia?
Así como un león es feliz en la sabana pero se vuelve agresivo si lo enjaulás, nuestro hábitat determina el comportamiento de La Bestia. Y si bien ese hábitat tiene un componente exterior y otro interior, es en este último en el que ahora me quiero enfocar.
Tenemos que trabajar en nuestro hábitat mental para que sea uno que favorezca la calma del animal. Que se parezca más a una sabana que a una jaula.
Una mentalidad que, ante la ola de la Inteligencia Artificial, o de cualquier otro cambio que se nos cruce, nos ayude a encarar el futuro con entusiasmo. Con expectativa por lo nuevo que pueda aparecer en el camino. Con apertura a los intereses que aún no descubrimos.
Uno que nos dé un pase libre al optimismo.
Y quizás así, con confianza de que el futuro puede sorprendernos para bien, podamos crecer y cambiar de formas que hoy ni siquiera imaginamos.
Para masticar...
¿Cuando un cambio se avecina… cómo reacciona tu Bestia?