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La noche que cambió mi vida

La noche que cambió mi vida
Foto por Robyn Budlender.

La noche del 14 de febrero empezó como muchas otras. 

Una rica cena en familia seguida de la rutina de acostar a las niñas. A Pili, mi hija mayor, le fascinan los cuentos. No puede terminar el día sin haber leído uno. Así que me levanté de la mesa, la acompañé a la biblioteca, elegimos un libro y nos acostamos a leerlo.

Cuando terminamos me puse de pie y apagué la luz, prendí la veladora y me volví a acostar a su lado, acurrucado en un rincón de la cama, esperando que se durmiera. Y ahí fue cuando la noche empezó a salirse del libreto. 

Era el momento en el que, como de costumbre, habría recurrido al celular para entrar a Reddit o a Instagram con la idea de matar el tiempo... pero no lo hice. Una marea de ideas me alcanzó. Fue como si alguien activara un interruptor en mi cerebro. Las ideas tenían que ver con un objetivo borroso que me había planteado hacía tiempo, pero que nunca había sabido cómo encarar. Y de golpe, lo veía nítido. No podía dejar de pensar en eso y con cada minuto que pasaba, me sentía más ansioso y mi corazón se aceleraba. 

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Foto por Lance Asper.

Cuando quise acordar, ya eran las 2 de la mañana y ni me había dado cuenta de que Pili estaba durmiendo. "Mañana trabajo. Me tendría que acostar yo también...”, pensé agitado. “¡Pero no me puedo dormir ahora! ¡Necesito seguir con esto!". La adrenalina ganó. Me levanté, apagué la veladora y caminé unos pasos hacia la oficina contigua para dedicar la silenciosa madrugada a bajar a tierra lo que tenía en mente. 

Ya pasaron 9 meses desde esa noche... y sigo pensando todos los días en ese proyecto. En qué dirección tiene que avanzar. En lo que queda dentro y lo que queda fuera. En si me estoy acercando o me estoy alejando de la visión. Y más en concreto, a cada momento me pregunto “¿cuál es el siguiente paso?”.

Todo esto me llevó a pensar... 

¿Cómo sería mi vida si la encarara con la misma dedicación que le doy a ese proyecto?

Según un investigador suizo llamado Peter Koenig, lo que yo siento desde ese día tiene una explicación. Él dice que en todo proyecto, emprendimiento o movimiento hay una persona que ocupa un lugar particular. Alguien que tiene una conexión muy personal con la iniciativa y que por esto, no puede dejar de pensar en ella. Koenig se refiere a esta persona como el “Source de la iniciativa”.

El Source es el que, cuando la iniciativa aún no existía, y no había más que ideas en el aire, se arriesgó para hacerla realidad. Dio el primer paso. Y tomó ese riesgo porque vio en la iniciativa un medio para satisfacer una necesidad propia. 

Imaginate dos amigos que se juntan una tarde a tirar ideas para emprender y luego de horas ideando cada uno se vuelve a su casa. Al día siguiente, uno se despierta y piensa “¡Qué bueno que estuvo!”, y sigue con su vida como si nada hubiera cambiado. El otro se despierta muy cansado ya que pasó la noche desvelado, pensando en lo que habían hablado, y decidido, toma el celular y llama a su jefe para decirle “Renuncio”. Luego, llama a su amigo: “Estoy para hacerlo, ¿te sumás?“. 

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Foto por Jukan Tateisi.

Según Koenig, el que hizo esa llamada es el Source de ese emprendimiento que nace. Fue quien tomó el primer riesgo, renunciar a su trabajo, buscando hacer realidad eso que habían imaginado. Y lo hizo porque algo le dio el coraje como para hacerlo: una necesidad personal. Quizá estaba disconforme con su realidad profesional y sentía la urgencia de encontrar cuanto antes una oportunidad para escapar. O tal vez siempre soñó con emprender pero nunca le había encontrado la vuelta, y recién ahora se encontró con la oportunidad perfecta para hacerlo. Su otro amigo se habrá copado tirando ideas, quizás hasta fue el artífice de la idea principal, pero por ahí si dejabas pasar meses y meses ni se le ocurría moverse para llevarla a cabo.

Aquella noche de febrero las ideas me dejaban ver una oportunidad para emprender y experimentar, dos de las cosas que estaba buscando: mi necesidad. Y al día siguiente, en un momento plagado de dudas e inseguridad, cuando di “Publicar” al primer fruto de esas ideas, fue cuando me convertí en el Source de este emprendimiento. 

A partir de ahí, mi psicología y comportamiento cambiaron por completo. Y es que pude entender que la salud de mi iniciativa depende, en gran parte, de la actitud con la cual decido liderarla. Ser Source te fuerza a dar pasos en un camino muy incierto, o al menos esa viene siendo mi experiencia. Estoy posicionado mejor que nadie para darme cuenta si la iniciativa está satisfaciendo aquello que me llevó a impulsarla, pero no tengo forma de saber de antemano cómo llegar exactamente a eso. Con el paso del tiempo, descubro pistas que me ayudan a calibrar la dirección; pruebo y descarto. Confío en que si encaro ese rol con intención, con actitud emprendedora y el coraje para arriesgar, tarde o temprano llegaré a buen puerto. 

Pero... ¿y si mi actitud fuese otra? Si descuidara las responsabilidades del Source, ¿qué le pasaría a mi iniciativa?

Moriría. Sería el fin de mi proyecto. 

Pensalo de esta manera. Si mañana me levanto y decido que no quiero dedicar ni un segundo más a definir lo que espero de mi emprendimiento, a experimentar y asumir riesgos para alcanzarlo, a tomar las decisiones clave y a buscar a otros que me acompañen en el camino...

¿Quién lo va a hacer? ¿Quién va a asumir la responsabilidad de llevarlo adelante si lo que originó todo fue una necesidad mía?

Si desaparezco, mi iniciativa se apaga.

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Foto por Annie Spratt.

En la vida, la adultez marca un punto de inflexión para nosotros. Según Jordan Peterson, un psicólogo reconocido, hay un momento en el que nos damos cuenta de que somos adultos, y no es necesariamente cuando conseguís tu primer trabajo o pagás tu primera factura. Ya sos adulto cuando te das cuenta de que nadie realmente sabe qué debes hacer más que vos mismo. Voy a repetirlo: nadie realmente sabe qué debes hacer más que vos mismo. Y no puedo evitar pensar en lo que siento como Source. Que a pesar de la incertidumbre, de no saber si estoy dando los pasos correctos, ni de si estoy yendo en la dirección correcta, solo yo puedo saber si mi iniciativa está satisfaciendo eso que me llevó a impulsarla. Y este paralelismo entre Source y adultez me hizo pensar en lo que representa ese momento de realización del que habla Jordan Peterson. 

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Foto por Nienke Burgers.

Podemos pensar en nuestra vida como una gran iniciativa. Nuestros padres, ante una necesidad emocional, se arriesgaron y dieron el primer paso para traernos al mundo. Nuestro nacimiento marcó el origen de nuestro proyecto de vida. Durante nuestra infancia y adolescencia, ellos nos marcaron un camino, intentando criarnos de acuerdo con el futuro que imaginaban para nosotros, pero nunca con la certeza de que lo que estaban haciendo rendiría sus frutos. Y luego, tarde o temprano, llega ese punto de inflexión: nos volvemos adultos. Y ese momento de realización oculta una gran oportunidad: la de tomar la posta de nuestros padres y asumir como Source en la iniciativa más importante de todas, nuestra vida.

Me resulta interesante ver mi vida desde la perspectiva del Source, y desde que lo hago, me siento un poco más orientado. Por ejemplo, entendí que solo yo puedo saber si mi vida es la que sueño. Y que solo yo tengo la capacidad de articular ese sueño. Pero también comprendí que no puedo quedarme de brazos cruzados esperando que otros me den en bandeja lo que quiero. Depende de mí salir a buscarlo. Depende de mí articular el sueño. Depende de mí dar los pasos para alcanzarlo. Y si mi vida es un desorden y no es la que deseo, tengo que asumir la responsabilidad por todo lo que pasa en ella y encontrar el coraje para reconocer mi parte en el problema.

Tom Nixon, autor de Work with Source y quien ha hecho más que nadie por difundir las ideas de Peter Koenig, habla de la importancia de reconocerse a uno mismo como Source, pero aclara que reconocerse no significa decirle a todos que uno es el Source y esperar que todos lo crean. El reconocimiento debe ser interno.

Si me reconozco como Source y asumo las responsabilidades que eso implica, tendré la mejor chance de encontrar fluidez en mi emprendimiento.

Y si el precio a pagar por mi descuido es la muerte de la iniciativa, entonces vale la pena reflexionar lo siguiente:

Para masticar...

¿Estoy siendo el Source de mi vida?