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Respondé con preguntas

Respondé con preguntas

Cuando empezó el nuevo proyecto, era común que mis compañeros se acercaran con preguntas de todo tipo. Era algo de esperar: yo llevaba varios años en la empresa, había pasado por distintos proyectos y había empezado a trabajar para ese cliente antes que ellos.

Y cuando esto pasaba, yo siempre respondía.

Es que se siente lindo responder... Ese momento en el que, mientras escuchás la pregunta, ya estás anticipando el instante para sacar a relucir toda tu seniority. Un mimo al ego. Una pequeña victoria para La Bestia, que disfruta de tener la respuesta... y de que se note.

Pero llegó un momento en el que algo me empezó a hacer ruido...

Pensé:

Si cada vez que vienen con una pregunta yo les doy la respuesta, ¿qué tan bueno es eso para ellos?

En el corto plazo parecía buenísimo. Problema resuelto. Pero a largo plazo... ¿cuál sería el impacto? ¿Qué tan confiados se iban a sentir para resolver problemas por su cuenta?

Fue entonces que llegué a The Coaching Habit, libro que podría decirse dio inicio a mi obsesión con las preguntas. Leyéndolo me di cuenta de que cada pregunta que me hacían era una oportunidad de crecimiento para ellos. Y que, para que esa oportunidad existiera, yo tenía que hacer algo que no siempre es fácil: resistirme a responder.

Tenía que cambiar el chip. En lugar de entrar en modo experto y responder con consejos, tenía que responder con preguntas.

—Rodri, tenemos que implementar esto. ¿Cómo decís de hacerlo?

—Mhm... ¿vos qué harías?

Una pregunta tan sencilla como esa puede darle pie a la persona para luchar con el problema. Para darse cuenta de que no está tan lejos de resolverlo. Y que con el tiempo se vaya animando a intentarlo por sus propios medios.

Es como comparar la confianza que ganás después de darte una y otra vez contra la pared hasta resolver un problema de programación, versus la sensación que te deja una respuesta instantánea de ChatGPT. Son dos aprendizajes distintos. Uno deja huella.

La clave de esta práctica está en identificar el momento en el que estamos por activar el modo experto (Avistar a La Bestia). Ese impulso automático de “yo te digo cómo se hace”. Y en su lugar, devolver una pregunta.

Al principio cuesta. Requiere tener un poco de control sobre La Bestia. Porque ese segundo de pausa en el que elegimos no brillar, también es un acto de liderazgo.

Y como todo nuevo hábito, se vuelve más fácil con el tiempo.

A medida que lo practicamos, también vamos viendo que no todas las preguntas son para responder con preguntas. Hay momentos y contextos en los que la respuesta directa es nuestra mejor respuesta.

Aprender a distinguirlos también es parte del camino.

Rodri

Para masticar...

¿En qué momentos tu necesidad de ser el experto podría estar limitando el crecimiento de otros?

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