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Escuchá tu vida

Escuchá tu vida
Pasaje traducido del libro Let Your Life Speak, de Parker J. Palmer.

La vocación no nace de la fuerza de voluntad...

Nace de la escucha.

Debo escuchar mi vida e intentar comprender de qué se trata realmente (más allá de lo que me gustaría que se tratara), o mi vida jamás representará algo auténtico en el mundo, por más sinceras que sean mis intenciones.

Esa intuición está oculta en la propia palabra vocación, que tiene sus raíces en el latín y remite a la idea de “voz”. La vocación no es una meta que uno persigue. Es un llamado que uno escucha. Antes de poder decirle a mi vida lo que quiero hacer con ella, debo escuchar lo que mi vida me está diciendo sobre quién soy. Debo escuchar las verdades y valores que habitan en el corazón de mi identidad, no los estándares según los cuales debo vivir, sino los estándares según los cuales no puedo evitar vivir si estoy viviendo verdaderamente mi propia vida.

Detrás de esta forma de entender la vocación hay una verdad que al ego no le gusta oír, porque amenaza su territorio: cada persona tiene una vida distinta del “yo” de la conciencia cotidiana, una vida que intenta expresarse a través de ese “yo”, que es su vehículo. Esto es lo que enseñan todas las tradiciones de sabiduría: existe un gran abismo entre la forma en que mi ego quiere definirme —con sus máscaras protectoras y ficciones convenientes— y mi yo verdadero.

Lleva tiempo y experiencia distinguir entre ambos: percibir que, por debajo de la superficie de lo que llamo “mi vida”, hay una vida más profunda y verdadera que espera ser reconocida. Ese solo hecho ya vuelve difícil el consejo de “escuchá tu vida”. Y la dificultad se agrava porque desde nuestros primeros días en la escuela nos enseñan a escuchar todo y a todos menos a nosotros mismos, a tomar todas nuestras pistas para vivir de las personas y poderes que nos rodean.

A veces dirijo retiros, y ocasionalmente los participantes me muestran las notas que van tomando. El patrón es casi universal: anotan en detalle lo que dice el guía, a veces también lo que dicen algunas personas sabias del grupo, pero rara vez anotan lo que dicen ellos mismos. Buscamos orientación en todas partes, menos adentro.

Yo los animo a revertir ese hábito, porque muchas veces las palabras que decimos contienen consejos que estamos intentando darnos. En nuestra cultura existe una creencia extraña: que por el simple hecho de haber dicho algo, ya entendemos lo que significa. Pero muchas veces no es así, especialmente cuando hablamos desde un lugar más profundo que el intelecto o el ego, cuando decimos cosas que emergen porque nuestro maestro interior se siente lo suficientemente seguro como para decir su verdad. En esos momentos, necesitamos escuchar lo que nuestra vida está diciendo y tomar nota, para no olvidar nuestra verdad o negar que la escuchamos.

Poner en palabras no es la única forma en que la vida habla, por supuesto. Habla a través de nuestras acciones y reacciones, nuestras intuiciones e instintos, nuestras emociones y estados corporales, quizás de manera aún más profunda que a través del lenguaje. Somos como plantas, llenas de tropismos que nos atraen hacia ciertas experiencias y nos alejan de otras. Si aprendemos a leer nuestras propias respuestas a nuestras propias vivencias —un texto que escribimos de forma inconsciente cada día—, recibiremos la orientación que necesitamos para vivir de forma más auténtica.

Pero si quiero dejar que mi vida diga las cosas que quiero escuchar, las que con gusto compartiría con otros, también tengo que permitirle decir las cosas que no quiero escuchar y que nunca le contaría a nadie. Mi vida no es solo acerca de mis fortalezas y virtudes; también es acerca de mis limitaciones y defectos, mis faltas y mi sombra. Una parte inevitable, aunque a menudo ignorada, de la búsqueda de integridad es esta: abrazar tanto lo que nos enorgullece como lo que nos duele o nos incomoda de quienes somos.

— Parker J. Palmer

Para masticar...

¿Qué parte de vos está intentando hablar… y no la estás escuchando?

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