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La chispa de la curiosidad

La chispa de la curiosidad

Aún recuerdo cómo me sentí en mi primera clase de manejo.

Como si de repente hubiese descubierto una torpeza que no sabía que tenía. Mis pies no se coordinaban, mis manos se movían sin propósito, y mi atención se deshacía intentando seguir todas las indicaciones a la vez. Era una coreografía imposible.

Esa primera clase abrió una suerte de agujero negro en mi mente. Un vacío de conocimiento que empezó a succionar preguntas sin respuesta: ¿cuándo suelto el embrague?, ¿cómo sé cuándo hacer un cambio?, ¿voy a poder ver a los peatones mientras intento domar esta máquina?

Con el tiempo, ese agujero se fue llenando...

Cuando obtuve la libreta, ya no era tan negro ni tan profundo. Seguía pensando cada movimiento, sí, pero ya no con desesperación. Repetía mentalmente los pasos al ver una señal de tránsito o hacía cálculos exactos para estacionar.

Hoy, casi no pienso cuando manejo. O pienso, pero en otras cosas. Ideas para un bocado, tareas del día. El auto ya no se siente ajeno. Es una parte más de mí, como si mis piernas se hubieran ensamblado a los pedales y los manejaran con la precisión de un titiritero experto.

Esa progresión que viví al aprender a manejar no es única. Es parte del camino natural de cualquier aprendizaje. Podemos imaginarla como una curva: la Curva del Conocimiento.

La Curva del Conocimiento

La Curva del Conocimiento.

Todo empieza cuando somos inconscientemente incompetentes: no sabemos que no sabemos. Vivimos en una especie de inocencia feliz… hasta que intentamos hacer algo nuevo.

En mi caso, fue girar la llave del auto por primera vez. Y ahí se abrió el agujero. Un vacío incómodo donde antes no había nada. De golpe, somos conscientes de nuestra incompetencia, y empieza la búsqueda por cerrar ese bache: hacemos preguntas, pedimos ayuda, practicamos. Esa etapa es intensa, pero si perseveramos, llega un momento en que algo se acomoda.

Nos volvemos conscientemente competentes. Sabemos hacer lo que antes no sabíamos, aunque aún requiere esfuerzo y atención. Y con el tiempo, esa habilidad se vuelve parte de nosotros. Automática. Ya no pensamos en cómo lo hacemos. Simplemente lo hacemos.

Inconscientemente Incompetente → Conscientemente Incompetente → Conscientemente Competente → Inconscientemente Competente.

Pero hay un punto de esa curva que me interesa especialmente. Un momento clave.

Y es justo el del inicio...

El chispazo.

La Zona de Curiosidad

Hace poco se me dio por retomar una vieja pasión: el dibujo.

Todo empezó con uno de esos videos que te recomienda el algoritmo vaya a saber por qué. A veces da la sensación de que anticipa tus intereses futuros (¿O será que los moldea?).

El video hablaba del Illustrated Journal, y mostraba los dibujos de Danny Gregory. Me atraparon al instante. Escenas cotidianas trazadas en tinta, con toques sutiles de acuarela. Objetos, lugares, momentos. A veces acompañados de textos breves, con una caligrafía que parecía parte del dibujo.

Páginas del Illustratred Journal de Danny Gregory.

Siempre tuve algo de facilidad con el lápiz, pero ese estilo era nuevo para mí.

De repente, sentí algo. Un chispazo que encendió algo adentro mío.

“Necesito poder hacer eso mismo”.

Se había abierto un agujero negro. Había entrado a la Zona de Curiosidad.

La Zona de Curiosidad.
“Básicamente, la curiosidad es el deseo de llenar vacíos de conocimiento. Por eso, la curiosidad no aparece cuando no sabés nada sobre algo, sino cuando sabés un poco al respecto”.

— Gurwinder (
Why Smart People Believe Stupid Things)

Cuando entramos en esta zona, aprender deja de ser un deseo. Se vuelve una necesidad. No elegimos qué temas explorar: una llama interior nos empuja a buscar las respuestas que nos faltan.

— ¿Cómo se mezclan los colores?
— ¿Cómo logro un buen sombreado?
— ¿Qué tipo de papel necesito?

Es el mismo lugar al que entré la primera vez que intenté manejar.

— ¿Cuándo suelto el embrague?
— ¿Cómo sé cuándo hacer un cambio?

Y acá es donde todo se conecta...

La Zona de Curiosidad surge en ese instante inicial de la Curva del Conocimiento. El momento en que aparece el chispazo.

No todo chispazo prende fuego

A veces tomamos conciencia de ciertos baches de conocimiento… pero no pasa nada. Vemos un documental sobre Fórmula 1, nos damos cuenta de lo poco que sabemos, pero no se enciende ninguna llama. No es el chispazo adecuado.

O no es el momento...

Porque cuando el chispazo prende, es imposible ignorarlo. Un agujero negro de conocimiento te succiona. Y cuanto más caés, más querés saber. No demanda esfuerzo. Es puro entusiasmo.

De mi propio journal.

¿Cómo despertar la curiosidad?

Muchas veces sentí el deseo de aprender algo, sin tener claro qué. Me pasaba horas buscando ese tema ideal que encendiera una chispa… pero nada. Ahora entiendo por qué: todavía no sabía lo que no sabía.

Antes de manejar, ni siquiera sabía qué preguntas podía llegar a tener. Antes del video, no tenía idea de que las acuarelas podían atraparme. La curiosidad no nace porque sí. Nace cuando algo —externo, inesperado— te enfrenta con lo que no sabés. Ahí aparece el chispazo.

Entonces, ¿cómo hacemos para volvernos curiosos?

Gurwinder tiene una fórmula:

“Aprendé un poco sobre tantas cosas como puedas, y eso va a crear ‘picazones’ que te van a impulsar a querer aprender todavía más.

— Gurwinder (
Why Smart People Believe Stupid Things)

No sabemos qué fósforo va a prender.

Pero sabemos que, mientras más encendamos, más chances hay de que alguno despierte La Llama.

Rodri

Para masticar...

¿Qué tema o actividad podrías probar “sin compromiso”, solo para ver si despierta algo en vos?