Las bestias que llevamos dentro

El concepto de La Bestia seguramente evoque imágenes distintas en la mente de cada uno. Pero si hay algo que me animo a decir es que la mayoría de quienes se cruzan con el concepto por primera vez imaginan esos momentos donde la ira y la frustración toman el mando, llevándonos a comportarnos “como una bestia”.
Algo que fui notando con el tiempo es que La Bestia tiene muchas facetas, algunas más explosivas y otras más sigilosas. Ese ser emocional que intenta dominarnos no siempre recurre a la agresividad al expresarse. Por momentos elige contagiarnos con emociones menos ruidosas pero igual de molestas: ansiedad, preocupación, pereza, miedo, nerviosismo, y muchas más.
Hasta ahora intenté comunicar esta distinción como lo hice recién, recordando que La Bestia abarca más de lo que aparenta, pero recientemente algo hizo clic en mi mente y me dio una nueva idea.
¿Es La Bestia? ¿O son Las Bestias?
Como fue pasando con casi todo lo que leíste en Para masticar, los conceptos van apareciendo, puliéndose y expandiéndose en mi mente conforme pasan los bocados. Voy encontrando vínculos que antes no veía, asociaciones con la vida cotidiana y ejemplos que disparan nuevas maneras de potenciar las metáforas.
El concepto de Bestiarios no existía hasta que fui al estadio. Los Encantadores de Bestias aparecieron cuando supe que Nadal nunca rompió una raqueta. El Avistamiento de Bestias nació cuando mi amigo me habló de su relación con las redes sociales.
Esas extensiones de la metáfora son imposibles de generar “de una”. Decir “hoy voy a desarrollar un concepto nuevo y lo voy a comunicar por completo” no existe. Para tomar fuerza, una idea necesita tres cosas: tiempo, atención y paciencia.
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El tiempo permite que la idea vaya tomando forma. Que madure. Muchas ideas suenan buenas en el momento que aparecen pero flojas en retrospectiva. El tiempo da lugar a que vivamos situaciones que nos lleven a pensar en nuestra idea desde otras perspectivas, enriqueciéndola en el camino.
Pero por más tiempo que pase, nuestra idea no madurará si no estamos atentos a lo que nos rodea. Si cuando sobrereacciono en el tránsito no logro avistar a mi bestia en acción y reflexionar sobre lo que pasó, habré dejado pasar una oportunidad única para nutrir la metáfora.
Algo que he notado es que, cuando una idea es realmente para nosotros, la atención viene de regalo. No demanda esfuerzo. Si estamos constantemente forzándonos a trabajar en ella, es posible que en lo profundo no sea una idea para nosotros.
Para mí hoy en día es imposible no pensar en La Bestia. La atención está garantizada. Puedo descansar en que el tiempo se encargará de darle buena forma.

Esto deja en claro el tercer ingrediente: paciencia. El más desafiante de todos. Implica hacer las paces con la idea de que las buenas cosas llevan su tiempo, que el impacto se construye con dedicación y esfuerzo (sistemas), y lidiar con la incertidumbre de no saber aún si esa idea eventualmente madurará o quedará en una simple anécdota.
Y acá el clic...
Todos llevamos un Bestiario dentro. Lidiamos con muchas bestias. Dependiendo del contexto y nuestra personalidad, algunas nos afectarán más que otras. Pero no siempre es fácil identificarlas, y mucho menos tomar conciencia del momento en el que toman el mando.
Avistarlas es el primer paso para empezar a domarlas y así volvernos en auténticos Encantadores de Bestias. Si nombramos a cada una de las bestias, será más fácil detectarlas, entenderlas y encararlas. Podemos empezar a preguntarnos cosas como:
¿Qué hábitats frecuenta?
¿Cuáles son sus señales de avistamiento?
¿Qué intenta proteger?
¿Cómo puedo domarla?
Acá van algunas de las bestias que no puedo dejar de sentir:
La Bestia Agresiva
La Bestia Antisocial
La Bestia Perfeccionista
La Bestia Procrastinadora
La Bestia Cobarde
La Bestia Ansiosa
La Bestia Perezosa
Puedo empezar a asociar herramientas con diferentes bestias.
Por ejemplo, La Bestia Cobarde frecuenta las pistas de skate en un intento por proteger mi salud física. La identifico ni bien voy a intentar algún truco difícil. Para domarla puedo recurrir a La Llave Maestra.
O cuando pierdo el hábito de ir al gimnasio, suele visitarme La Bestia Perezosa, y ahora sé que para encantarla puedo moverle un meñique y achicarla lo que pueda.
A partir de ahora, cada una de estas bestias estructurará mi mente para que preste atención a cosas que antes no veía. Cuando esté sin ganas de ir a una reunión social, seguramente piense en La Bestia Antisocial, y eso me lleve a preguntarme: ¿cómo la identifiqué? ¿Qué la despertó? ¿Qué podría hacer para domarla? Las respuestas reforzarán la metáfora.
El tiempo y la paciencia se encargarán del resto.
— Rodri
Para masticar...
¿Cuáles son las bestias de tu Bestiario?