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Torturas que valen la pena

Torturas que valen la pena

Jerry Seinfeld lleva más de 16425 días escribiendo chistes. 45 años enfrentándose a la hoja en blanco, soportando el vaivén de emociones que nacen del proceso creativo. Un encontronazo diario con La Bestia, garantizado.

¿Por qué alguien elegiría pasar por algo así?

Howard Stern se lo preguntó, y obtuvo esta respuesta:

“Tu bendición en la vida es cuando encontrás la tortura que podés soportar”.

Tortura, excelente palabra para describir lo que Seinfeld hace con sus días. Pero él no lo percibe de esa forma. Basta ver cómo lo cuenta para notar que es un castigo que atesora.

¿Por qué algo que para muchos parece una tortura sin sentido, para otros se vuelve sostenible e incluso disfrutable?

Seinfeld escribe sus chistes en una libreta bien fea, de hojas grandes amarillas, usando bolígrafos Bic, azules y aburridos. De hecho, escribió el guión completo de Seinfeld, el éxito televisivo, con esos mismos implementos. Hay algo en la sencillez de sus herramientas que me trajo a la mente algunos recuerdos...

Un día se me dio por hacer journaling, básicamente un diario íntimo de pensamientos. El primer paso: conseguir un journal. Pero no cualquiera... tenía que ser el mejor para mí. Así que dediqué días a mirar videos de libretas, comparar modelos e investigar tipos de papel. Luego tocó elegir lapicera, leyendo reseñas y comparando trazos y comodidad para escribir. Sentía que ya era un experto en journaling, pero había un detalle…

Ni lo había intentado.

Habían pasado semanas y como no tenía los implementos ideales, no había empezado. Seguro tenía algo de papel en casa, una libreta vieja u hojas de impresora, y algo con lo que escribir, sea una humilde lapicera Bic o lápices de colores. Si tanto quería hacer esto del journaling, ¿por qué no empecé a escribir con lo que tenía?

“La primera vez que vi a un comediante en la tele, simplemente dije: ¡Eso es! ¡Eso es lo que quiero ser! No sabía cómo ni por qué. Solo lo supe”.

— Jerry Seinfeld

Ese “¡Eso es!” es el eco de un instinto que todos llevamos dentro, una señal de que algo está alineado con nuestra esencia. Nos da pistas de cómo agregar sentido a nuestra existencia. En ese momento frente a la tele se prendió una chispa dentro de Seinfeld, y a partir de ahí era inevitable alimentar ese fuego.

La Llama empezó a arder.

Cuando el deseo es intenso y genuino, como lo era volverse comediante para Seinfeld o tenista de élite para Roger Federer, quedarse quieto resulta una tortura más escalofriante que dedicar tu vida a escribir chistes o golpear pelotas todos los días. Cuando La Llama es fuerte, lo que para otros sería un calvario, para vos es leña.

El problema es que a veces nos engañamos. Creemos que nuestra llama está prendida, pero el combustible no es el adecuado. Le tiramos algo que prende rápido, sentimos calor por un momento, pero después se apaga y volvemos a la oscuridad. Como me pasó a mi con el journaling.

Mi impulso no fue real. Fue resultado de videos y comentarios en redes de personas hablando maravillas de esa actividad. Me hicieron sentir que necesitaba hacerlo. Pero no era real. Ahora me doy cuenta de que sonaba como algo interesante de lo que no quería quedar afuera, no un deseo real que me diera energía para el largo plazo.

Cuando La Llama nace de algo que realmente sentís, estás dispuesto a casi cualquier cosa para avanzar en esa dirección. Te torturás con gusto.

Hoy se habla mucho de la disciplina y de que debemos forzarnos a hacer cosas difíciles. Pero creo que hay que preguntarse si ese esfuerzo vale la pena para nosotros. Hay que ser selectivo con nuestros calvarios. Que estén al servicio de algo que de verdad valoramos.

Un menú de torturas bien elegidas puede ser justo lo que le da sentido a tu vida. Porque cuando las llamas arden, las bestias se intimidan.

Para masticar...

¿Qué torturas soportás con gusto?