Un solo día
Una de las cosas lindas de estar de licencia es que perdés noción del tiempo.
¿Es lunes? ¿O es domingo? Se sienten parecido...
Pero ese estado como de trance se arruina cuando despertás un miércoles 24 de diciembre y, mientras das un mordisco a tu tostada, recordás: “¡Uh, hoy tengo que publicar un bocado!”.
Antes, la creación de cada escrito iba de jueves a martes. Procrastinaba. Cada día perdido me recriminaba por no haber avanzado con el borrador. Terminaba siempre escribiéndolo el martes a última hora, muchas veces hasta horas altas de la madrugada. Se me vienen a la mente las compras navideñas, que a cada fin de año uno se promete que “el año que viene las voy a hacer un mes antes”, pero llega el momento y, como si fuese una escena de Día de la Marmota, uno abre los ojos y está nuevamente dentro de un shopping un 24 de diciembre al mediodía.
Por suerte, hace varios meses que un cambio sutil en mi proceso creativo cambió por completo mi relación semanal con la hoja en blanco.
¿Y si me limitara a escribir solo el miércoles?
Sonaba a una mala idea. Tendría que escribir con la presión de sacar algo en una sola sentada. ¿Y si no estoy inspirado? ¿Y si no tengo ganas de escribir? Tampoco podría ir trabajando y puliendo una idea con el paso de los días. Pero bueno, convengamos que eso no venía sucediendo, ya que solía dejarlo para último momento, así que sería como perder algo que nunca tuve.
Así que decidí experimentar...
Luego de unas 12 publicaciones, el cambio ha sido tremendo.
Ahora, la semana previa a publicar ya no gasto energía pensando que “debería estar avanzando con el bocado”. Desapareció la ansiedad que causaba la fecha límite que se aproximaba. De jueves a martes, puedo destinar el 100% del tiempo a masticar ideas, explorarlas y madurarlas tranquilo, sin presión. Algo así como una mise en place para el proceso creativo.
Cada miércoles, me despierto con una sola misión: “Hoy se cocina”.
Mi cerebro entiende la tarea y tiene una facilidad sorpresiva para cambiarse del modo exploratorio al modo productivo. Vamos a escribir. Las ideas que fui masticando durante la semana reflotan en alguna forma, o a veces aparecen otras frescas que no anticipaba. El impulso creativo ya no se diluye a lo largo de la semana. Ahora se concentra en una sola mañana cada miércoles (o mañana y tarde dependiendo de si faltan ingredientes en la receta).
Hoy, cuando tomé conciencia de que tenía que escribir este bocado en un día tan alocado, no me estresé. Forzarme a escribir en una ventana corta de tiempo ayudó a desarrollar una seguridad frente a la hoja en blanco que antes no siempre estaba. Confío en que puedo cocinar un bocado en tiempo récord.
Las compras navideñas no están resueltas. El tiempo apremia. Y sin embargo, está saliendo algo digno de ser leído. O al menos eso espero...
Limitar el tiempo que le dedico a la escritura me ayudó a hacer un mejor uso del tiempo que dispongo. A concentrar toda mi energía en un solo tirón, y no desparramarla a lo largo de la semana. Aprendí a escribir más rápido. A encontrar las palabras adecuadas en menos tiempo.
Y es una de esas cosas contraintuitivas de la vida: los límites, bien diseñados, te liberan.
Hoy es 24 de diciembre. Las compras navideñas siguen sin resolverse. Pero este bocado está listo.
Y todo gracias a haberme quitado seis días para escribirlo.
— Rodri
Para masticar...
¿Qué límite podrías ponerte que, paradójicamente, te libere?