¿Papi, preparamos el cafecito?

Hoy avisté a La Bestia. Fue en la cocina, preparando el café de la mañana...

El ritual que sigo se siente como una meditación, donde toda mi atención está tomada por cada paso del proceso. Peso cada gramo de café, lo muelo a mano y me sumerjo en el espiral hipnótico que forma el chorro de agua caliente al salir de la jarra. Para que entiendas el nivel de locura que manejo, me aseguro de sumergir en agua hirviendo la cucharita con la cual revuelvo el café antes de servirlo, para que no le pase frío de su temperatura ambiente al líquido.

Pero esta mañana, la calma y precisión se vieron amenazadas. Lo intuí cuando oí los pasos en dirección a la cocina, rematados por un grito agudo...

“¿Papi, preparamos el cafecito?”

A veces, mi hija de 5 me ayuda con esto. Pesa la dosis, la pasa al molinillo y hasta coloca el filtro de papel dentro del V60 a la perfección. Nivela el café con golpes suaves en el plástico del cono para favorecer una extracción uniforme. Pero también surgen imprevistos que despiertan los rugidos de ese ser emocional que llevo dentro...

Por ejemplo, cuando se cae la dosis completa de café al suelo, forzándonos a levantar decenas de granos, uno por uno. O cuando la cama de café queda desnivelada. También cuando sin querer presiona “tara” en la balanza y perdemos rastro de la cantidad exacta de café en el recipiente.

Conozco bien a la versión de La Bestia que despierta en esos momentos. Me la crucé en la heladería. Y la vi tomar posesión de otros, en forma de líder que asfixia. Es una fiera inflexible, que se altera con el desorden y demanda que las cosas se hagan a su manera. Pero gracias a que la observé y estudié en cada una de esas oportunidades, hoy estoy preparado para atraparla in fraganti ni bien se presenta.

Las 3 prácticas del Encantador de Bestias me ayudan a domarla:

1. Avistamiento
2. Calibrado
3. Reframing

Avistamiento

Avistar a La Bestia se parece mucho a ser un etólogo: estudiar el comportamiento del animal y seguir su rastro con paciencia. Identificar patrones. Entender cómo se mueve, qué lo despierta y qué lo altera. Esto exige desarrollar el músculo de la atención. Al igual que cuando meditamos y tenemos que dirigir la mirada a una cosa en particular (por lo general la respiración), captando y jugando con las sensaciones y pensamientos que se presentan, tenemos que hacer uso del mismo poder para identificar el momento en el que empieza a correr ansiedad o frustración por nuestras venas. Cuando surge un pensamiento intrusivo que intenta forzarnos a actuar de una manera que generará un posterior arrepentimiento. A esta altura ya tengo a La Bestia acorralada, y sería difícil no captarla con mis radares mentales mientras preparamos la dosis de cafeína.

Calibrado

A grandes rasgos, el calibrado se resume en ajuste de expectativas y acondicionamiento del entorno, todo con el único fin de desarmar a La Bestia.

La técnica del "antes de... recordá", inspirada en los pasajes del estoico Epícteto, me prepara mentalmente para el despertar del animal. “Antes de preparar café con tu hija, recordá que va a haber enchastre, que los gramajes no van a cuadrar y que el proceso será lento y desordenado”. Este calibrado de expectativas anula el efecto sorpresivo de La Bestia, quizás uno de sus ataques más letales.

Nuestras expectativas ante una situación influirán en nuestro estado emocional una vez conocida la realidad. La diferencia entre "lo que pasó" y "lo que esperaba que pasara" determina nuestro grado de frustración luego de vivir la situación.

Del bocado: Domando la frustración.

Pude notar una relación directa entre el tamaño del recipiente para la dosis y la probabilidad de lluvia de granos al suelo. También el tamaño de la cuchara con la cual mi hija servía el café desde la bolsa incidía en el desorden. Eso me ayudó a relacionar el despertar de La Bestia con algunas condiciones del entorno. Procedí entonces a “calibrarlo”: le conseguí una cuchara más amplia y con mejor agarre, y empezamos a usar un contenedor más estable. Acondicionando el entorno logré que La Bestia deambulara menos por las mañanas.

Reframing

El reframing es la idea de contarte una versión diferente de algún aspecto de tu experiencia con la expectativa de que cambie un poco lo que experimentás y sentís como resultado. Es ver la dona en lugar del agujero. O el medio vaso lleno, y no el vacío. Si nos contamos una versión diferente de lo que estamos viviendo, una mirada más útil de la situación, y la empezamos a repetir en nuestra mente, pasa algo increíble: la vida empieza a conspirar para que vivamos esa nueva realidad.

Preparar café para mí siempre fue un acto de precisión. Todo lo que hago durante el proceso responde a un solo cometido: que el café salga delicioso. Pero esa mirada, ese frame, me juega en contra cuando estoy acompañado de una niña. Es garantía de frustración. Así que empecé a practicar una nueva mirada: “Preparar el café con mi hija me permite compartir una de mis pasiones con ella, y ayudarla a desarrollar sus habilidades de motricidad fina”. Ese es mi nuevo frame para las mañanas con ella, donde la perfección y el sabor dejan de tener el protagonismo, quedando reservados para los momentos en que preparo el oro negro yo solo.

Una situación que antes despertaba emociones difíciles hoy la disfruto como nunca.

Gracias a las 3 prácticas del Encantador: el avistamiento para observarnos y entendernos e identificar patrones en La Bestia, el calibrado para intentar mitigar el efecto de sus ataques, y el reframing como el hechizo maestro para transformar los círculos viciosos en círculos virtuosos, hoy amanezco ansioso por escuchar la misma voz que antes retumbaba con un timbre molesto en mi mente. Solo que ahora resuena como una dulce melodía:

“¿Papi, preparamos el cafecito?”

— Rodri

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